Desde el
momento en que un niño comienza a caminar, debe dedicar una gran parte del
tiempo al aprendizaje del control de sus movimientos para el logro de algún
objetivo. El niño aprende a adaptarse al medio y a integrar el uso de sus
brazos y piernas a medida que se desplaza en el espacio.
La tabla de equilibrio, que pasaremos a comentar a continuación en otra nueva entrada, es probablemente el accesorio más aceptado y más eficaz para mejorar el equilibrio de un niño. Se trata de una herramienta, no sólo para el desarrollo del equilibrio dinámico y el perfeccionamiento de las habilidades visomotrices, sino también porque contribuye al aprendizaje de la lateralidad y direccionalidad.
El equilibrio se aprende por falta de equilibrio. Puesto en una situación de falta de equilibrio, el niño ajusta su centro de gravedad para lograr un equilibrio total.
El equilibrio afecta a cuatro sentidos: táctil, kinestésico, visual y vestibular. Puede ser continuamente mejorado mediante la realización por los niños de una serie de variados ejercicios de equilibrio, con grados crecientes de dificultad. Las actividades sugeridas se ajustan a una progresión constante. Cada nueva destreza está basada en la habilidad previa. Se recomienda que el maestro siga esa misma secuencia.